Historia de España para escolares

Prehistoria

Historia-de-españa

Los más viejos testimonios de la presencia del hombre en la península Ibérica son los restos antropológicos del yacimiento Gran Dolina de Atapuerca, en la provincia de Burgos, cuya antigüedad se remonta a casi un millón de años. Con ellos se inaugura la primera edad de la prehistoria, el paleolítico, en cuyas postrimerías se sitúa, por cierto, otra de las más brillantes manifestaciones hispánicas del cuaternario: el arte rupestre de los cazadores, tan bien ejemplificado en la cueva cántabra de Altamira. En torno al 5000 a.C. y en el marco de la cultura de la cerámica cardial del Mediterráneo occidental, arraigó el neolítico, teniendo lugar la aparición de la agricultura y la ganadería, así como otros avances técnicos, caso de la piedra pulimentada, el tejido o la alfarería. Dos milenios después, casi todo el solar ibérico fue escenario de una espectacular eclosión de dólmenes o sepulturas megalíticas, y hacia el 2500, en el seno de la civilización almeriense de Los Millares, ya incipientemente metalúrgica, se va a atestiguar el surgimiento de los primeros poblados estables, inclusive fortificados. Este sustrato indígena peninsular, que alcanza su madurez en el bronce pleno —cuando, por ejemplo, en el sureste se desenvuelve la cultura de El Argar—, adquirió en torno al año 1000 a.C. un carácter más cosmopolita como consecuencia , entre otros factores, de la pujanza del comercio atlántico, de la inyección demográfica de grupos invasores de origen centroeuropeo (como los pueblos de los Campos de Urnas, que llegaron atravesando los Pirineos) y, sobre todo, de la colonización del sur y del este peninsular por parte de comerciantes de origen semita, los fenicios, que aportaron a Occidente el conocimiento del hierro y de la escritura, así como la civilización urbana. Las poblaciones indígenas andaluzas y levantinas, ganadas por esta última influencia y en menor medida por el impacto colonial griego, se vieron inmersas desde el siglo VII a.C. en un proceso de orientalización que acabó forjando la cultura ibérica con la que contactaron cartagineses y romanos en las Guerras Púnicas. En el interior y en el norte de la península, por el contrario, se desenvolvieron pueblos prerromanos muy diferentes, celtíberos y celtas según las fuentes, en los que el influjotura de La Tène y la tradición continental de los Campos de Urnas jugaron un papel de mayo.

Saber más…

Fuente: www.oxigein.com

Publicaciones relacionadas